La corteza insular es una estructura citoarquitectónicamente compleja y ricamente conectada que funciona como un centro cortical implicado en la interocepción, el procesamiento sensorial multimodal, el control autonómico, la autoconciencia perceptiva y la orientación emocional del comportamiento social. La ínsula humana se subdivide en un lóbulo posterior y otro anterior, e incluye subdivisiones posteriores, medias y anteriores basadas en diferentes citoarquitecturas (granular, disgranular y agranular), conectividad y funciones. La ínsula posterior (granular) recibe información sobre el dolor, la temperatura, las vísceras, el sistema vestibular y otras vías sensoriales; esta representación sensorial multimodal se elabora en la corteza granular media (disgranular) y se transmite a la ínsula anterior (agranular), que procesa esta información e interactúa con las áreas implicadas en el control cognitivo y emocional. La ínsula proporciona una interfaz entre la sensación corporal y la emoción y puede tener un papel clave en la conciencia perceptiva, el comportamiento social y la toma de decisiones. Los estudios de fMRI y de microestimulación cortical en pacientes sometidos a evaluación para la cirugía de la epilepsia han proporcionado más información sobre la complejidad funcional de la ínsula en los seres humanos. Las lesiones agudas, las convulsiones o los trastornos degenerativos que afectan a la ínsula dan lugar a una amplia gama de manifestaciones sensoriales, autonómicas, motoras, cognitivas y conductuales. Existen varias revisiones sobre la organización anatómica y funcional de la ínsula1-6 y la manifestación clínica de las lesiones focales, las convulsiones o los procesos degenerativos que afectan a esta compleja área7-10
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