El propósito inmediato de la disciplina parental es proporcionar una mezcla de instrucción, estímulo y corrección (cuando sea necesario) para enseñar a un adolescente a vivir de acuerdo con los valores familiares y dentro de las reglas familiares.

Por supuesto, cada sistema familiar es único en cuanto a los valores y reglas parentales que más importan.

El objetivo final de la disciplina de los padres es ayudar a los adolescentes a desarrollar la suficiente autodisciplina para manejarse a sí mismos y a sus vidas de forma independiente y buena.

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A lo largo de los años de asesoramiento a los padres, he visto una serie de prácticas disciplinarias que, cuando se aplican a conciencia, parecen marcar una diferencia positiva en el crecimiento de los adolescentes. A continuación se describen brevemente diez de ellas.

Se apoyan de forma coherente las reglas claras. Los padres describen específicamente lo que está y lo que no está permitido, lo que debe y lo que no debe suceder, y no rompen la fe con estas reglas básicas fundamentales al atenerse a ellas unas veces y otras no. No hay confusión ni incoherencia que envíe un doble mensaje: «A veces queremos decir lo que decimos y a veces no» (animando al adolescente a apostar por el «no»).El adolescente sabe cuál es la postura de los padres porque se mantienen en el mismo lugar. Por ejemplo, los padres han dejado claro: «No se pueden utilizar las pertenencias de otra persona sin recibir primero su permiso, y todos contribuirán con trabajo no remunerado (tareas) para apoyar las necesidades de la familia».

La insistencia paciente se aplica sin descanso. Cuando los padres piden que se haga algo, seguirán con calma y repetidamente tras el adolescente hasta que se cumpla su petición. No se enfadan para salirse con la suya. No se olvida lo que se ha pedido ni se abandona. El adolescente sabe que si es lo suficientemente importante como para que los padres lo pidan, es lo suficientemente importante como para que los padres se empeñen en que se haga. Por ejemplo, el padre insiste: «La ayuda doméstica que te pedí hace una hora, te la vuelvo a pedir»

La corrección no se da de forma evaluativa. Cuando los padres actúan para corregir el mal comportamiento, esa corrección está libre de críticas o culpas, centrándose sólo en las decisiones que el adolescente ha tomado y que debe hacer de forma diferenteEl adolescente sabe que ser responsabilizado no conlleva también una censura personal. Por ejemplo, en respuesta a una infracción, los padres dicen: «No estamos de acuerdo con las decisiones que has tomado, este es el motivo, esto es lo que necesitamos que ocurra como resultado, y esto es lo que esperamos que aprendas de lo que has hecho»

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La conducta constructiva recibe un reconocimiento positivo. Cuando los padres supervisan la conducta de los adolescentes, no sólo supervisan lo que hay que mejorar y corregir, sino que también aprueban lo que merece aprecio. El adolescente sabe que los padres siempre sitúan cualquier error y mala conducta dentro del contexto más amplio de todo lo que está haciendo bien (y de todo lo que podría estar haciendo mal y que no está haciendo). Por ejemplo, los padres mantienen una perspectiva positiva: «Cualquier problema en el que te metas o los problemas que causes son pequeñas partes de una gran persona que creemos que en general se maneja muy bien»

Se espera que se hable. Cuando los padres confrontan al adolescente sobre algún error o fechoría, están dispuestos a escuchar su explicación de lo ocurrido y el porqué. Valoran comprender su versión de los hechos, aunque atenderla no les haga cambiar de opinión. El adolescente sabe que siempre que haya que aplicar una disciplina paterna de tipo correctivo, se le escuchará de forma completa y justa para que pueda contar su versión de los hechos. Por ejemplo, le escuchan mientras explica: «Fueron la compañía y las circunstancias las que me hicieron actuar como lo hice»

Hay donación recíproca. Cuando los padres hacen contribuciones a la vida del adolescente, también esperan que éste haga contribuciones a cambio. En este sentido, la relación padre/adolescente es contractual y el padre deja claro que debe funcionar en dos sentidos, no en uno. El adolescente sabe que vive en un sistema familiar en el que para recibir también hay que dar. Por ejemplo, los padres no dejan de repetir: «Nosotros hacemos por ti y tú haces por nosotros»

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LA PREOCUPACIÓN VIENE ANTES DE LA CONSECUENCIA. Cuando los padres se encuentran con el mal comportamiento del adolescente su primera respuesta no es correctiva, sino empática. Quieren saber si el adolescente está bien, si se siente bien, si hay algo que el adolescente necesita hablar con ellos. Un comportamiento erróneo o equivocado puede significar que hay algo más en la vida del adolescente que puede estar mal. El adolescente sabe que, incluso en respuesta a un mal comportamiento, la preocupación de los padres por su bienestar está por encima de la decisión de lo que le corresponde por lo que hizo. Por ejemplo, tras el incidente, la primera pregunta de los padres fue: «Háblanos de ti antes de hablar de lo que tiene que pasar»

SE RESPETA LA ELECCIÓN INDIVIDUAL. Cuando los padres tienen un hijo que entra en la adolescencia, saben que la edad del mando (creer que «tengo que hacer lo que me dicen») ha terminado y ha llegado la edad del consentimiento. «¡No puedes detenerme y no puedes obligarme!», exclama el adolescente desafiante. «Así es», coinciden los padres. «Tú eres dueño de tus propias decisiones (y de afrontar las consecuencias de esas decisiones), y nosotros no discutimos esa libertad». Por ejemplo, explican los padres: «La forma en que elijas comportarte es asunto tuyo, pero tienes que saber que esa elección afecta a la forma en que nosotros decidimos comportarnos en respuesta a ella»

LA GUIDANZA SE DA CON FE. Cuando los padres asumen la responsabilidad de criar a sus hijos, se comprometen a proporcionarles una orientación continua que les explique el mundo, les instruya sobre la conducta, les inculque valores y les proporcione una retroalimentación continua sobre cómo el adolescente está experimentando y manejando la vida. Dado que esta comunicación se realiza de forma directa y con sensibilidad, el adolescente sabe que cualquier consejo que se le comunique se hace pensando en su bienestar, por lo que se lo toma a pecho. Por ejemplo, después de que haya tenido un episodio social doloroso, los padres le hacen esta oferta: «Tenemos una forma diferente de pensar en lo que ha pasado, y nos gustaría añadirla a la forma en que estás pensando ahora»

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LA PRIMERA CONSECUENCIA ES LA COMUNICACIÓN. Cuando los padres deliberan sobre cómo responder a la última infracción menor o mayor, la primera consecuencia que eligen es la comunicación. «Siempre que ocurre algo grave como esto», explican, «antes de decidir cualquier sanción, tenemos que hablar de lo que ha pasado. Tenemos que escuchar lo que tienes que decir para nuestra satisfacción y tú tienes que escuchar todo lo que tenemos que decir. Y luego hay que esperar a ver qué consecuencia posterior, si es que hay alguna, se produce». Por ejemplo, de la experiencia repetida, el adolescente ha aprendido esto: «Cada vez que meto la pata, sé que lo primero que va a ocurrir será lo que mis padres llaman una ‘buena charla'».

La disciplina de los padres es una responsabilidad y un arte: crear influencias que mantengan a su adolescente en un pasaje constructivo, restaurando una dirección saludable cuando se haya alejado momentáneamente. La instrucción y el estímulo son la mayor parte de lo que se necesita. La corrección tiene que jugar un papel menor.

Es cuando los padres, en el extremo de su preocupación y frustración, invierten la mayor parte de su influencia en la corrección e ignoran el proporcionar instrucción y dar ánimo que los tiempos difíciles con el adolescente tienden a empeorar y no a mejorar. En estas situaciones tensas, como el castigo se convierte en la opción disciplinaria de primer recurso, los padres a menudo se quedan con muy poca influencia.

Para más información sobre la crianza de los adolescentes, vea mi libro, «SOBREVIVIENDO LA ADOLESCENCIA DE SU HIJO» (Wiley, 2013.) Información en: www.carlpickhardt.com

La entrada de la próxima semana: Cómo escuchar a tu adolescente

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