Todos tenemos un monólogo interior. Son esos pensamientos que revolotean por nuestra mente mientras desciframos cómo vivir nuestras vidas; las sensaciones que nos traen nuestros ojos, oídos, nariz y sentido del gusto y del tacto; los sentimientos que la vida evoca. Es tu «flujo de conciencia». En cualquier momento, tienes varias pistas en marcha: un complejo revoltijo de pensamientos, sentimientos y sensaciones.
Tu personaje también tiene un monólogo interior. Tú tienes que desarrollarlo. En la actuación espontánea y natural, el monólogo interior proporciona el combustible en bruto para la actuación. Si estás relajado, con los pies en la tierra y en el «aquí y ahora» y te permites ser reactivo, el monólogo interior desencadena las reacciones que conforman tu actuación en el escenario.
En realidad, ya lo haces, aunque quizás no de forma consciente. Tomar conciencia del papel que puede desempeñar el monólogo interior en nuestra actuación te ayuda a organizar tu preparación actoral y te proporciona una poderosa herramienta para resolver problemas de actuación.
Una de las formas más poderosas de utilizar el monólogo interior es la credibilidad. Por ejemplo, si estás dando un monólogo amoroso, podrías centrarte en aquellas cosas de tu compañero de actuación que evocan sentimientos de amor: sus ojos, la forma en que comparten energía en el escenario (si es que realmente lo hacen), el sonido de su voz, su compromiso compartido con el teatro, etc. Las líneas del monólogo interior pueden ser cosas como «Sólo quiero caer en tus ojos». «Es tan divertido estar contigo en el escenario». «Gracias por ayudarme a ejecutar las líneas». El poder aquí es que las emociones provocadas se basan en la realidad. Una advertencia: tiene que trabajar con cuidado para distinguir lo que está haciendo como actor y cuál es la verdadera relación interpersonal, especialmente si la relación escénica es negativa.
La credibilidad debe proporcionar la mayor parte de su estímulo actoral. A veces puede querer evocar estímulos externos; por ejemplo, la imagen de alguien a quien ama tan profundamente como el personaje escénico con el que está hablando. Y puedes utilizar frases evocadoras del monólogo interior – «me importas», «eres mi línea de vida», «te cuidaré para siempre»- para aumentar tu emotividad.
La clave es mantener el monólogo exterior junto con el interior. Uno de los principales peligros de este enfoque es que los actores hagan pausas inútiles y otras interrupciones del ritmo a la espera de que los estímulos internos alcancen su máxima magnificencia. La magnificencia total puede estar bien, pero las pausas inútiles dejan escapar el aire de la actuación. Para evitar ese fallo, mantén el monólogo interior sencillo al principio para que ambos fluyan.
No tengas miedo de ampliar el uso de los estímulos del monólogo interior, pero deja que sea lo que es y sigue avanzando. Por ejemplo, supongamos que eliges visualizar una serpiente para estimular el terror. Piensas en una serpiente, pero la visulaización no llega. ¿Qué haces? Relájate y sigue adelante. Habrá algún impacto positivo en tu actuación. El implante crecerá con el tiempo. Y no dejarás escapar el aire de tu actuación. A medida que ganes experiencia trabajando de esta manera, se ampliará tu capacidad de hacer que el monólogo interior sea más detallado y real para ti.

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