El 16 de junio de 1775, el Congreso Continental nombró a George Washington, un virginiano, comandante del nuevo Ejército Continental que se estaba reuniendo en las afueras de Boston. El núcleo de ese ejército había sido una turba que había descendido sobre Boston en las semanas posteriores a la alarma de Lexington. 20.000 habitantes de Nueva Inglaterra de toda la región, inundaron Boston para reprimir a los británicos y tuvieron éxito.
Al mando de esta asamblea de 20.000 habitantes de Nueva Inglaterra que asediaron a los británicos en Boston estaba el comandante y general del Comité de Seguridad de Massachusetts, Artemis Ward. Tenía una ardua tarea que enfrentar. De alguna manera tenía que organizar a esta chusma en una fuerza de combate cohesionada. Había que reclutar oficiales, desarrollar cadenas de comunicación y encontrar suministros. Y eso era un problema. Los suministros se estaban agotando.
Cuando Washington llega el 2 de julio, queda impactado con lo que ve, el campamento es una ruina, la sanidad es muy pobre, y Washington sabe que tiene que ocuparse de algo a nivel administrativo. Así, Washington consigue incorporar a su familia militar inmediata a Henry Knox, un bostoniano, y a Nathaniel Green, un neoinglés. Dos hombres autodidactas en el arte de la guerra.
La prioridad de Washington tras asumir el mando de un ejército continental es organizar el campamento, proporcionar una mejor sanidad y sacar a los británicos de Boston. Ese es su mayor dilema. Washington, a su manera fogosa e impetuosa, quiere enfrentarse a los británicos con un asalto directo a la ciudad. Pero sus oficiales subordinados le dicen que eso es una temeridad, y que tienen que idear un plan B.
Knox cree que si pueden fortificar las alturas y las colinas alrededor de Boston con piezas de artillería, pueden forzar la mano de los británicos. Pero la pregunta era, donde conseguir la artillería, la respuesta – la parte superior de Nueva York, Fort Ticonderoga, que en mayo de 1775, había sido capturado por Ethan Allen y los Green Mountain Boys y el Coronel Benedict Arnold. Dentro de los muros de ese Fuerte estaba la clave del éxito para sacar a los británicos de Boston.
Cuando el invierno de Nueva Inglaterra comienza a asentarse, Knox y un grupo de hombres valientes abandonan Boston a mediados de noviembre de 1775 y se dirigen hacia el oeste, al Fuerte Ticonderoga. Llegan allí a principios de diciembre. Knox examina las provisiones que tiene ahora bajo su control y escoge 58 piezas, incluyendo morteros y cañones de 12 y 18 libras. A continuación, fijan estas armas en trineos improvisados y arrastran esta artillería 300 millas al este de Boston a través de un brutal invierno en Massachusetts. Por el camino, Knox escribe a su mujer diciéndole que es una tarea imposible, pero a mediados de enero de 1776, Knox llega a Massachusetts con su premio.
Mientras Washington, Knox y sus hombres trabajaban para emplazar los cañones y la artillería alrededor de Boston, la vida de los británicos en Boston era muy tenue. Tenían poca comida, especialmente carne. En marzo de 1776, los británicos sabían que su mano había sido forzada.
La artillería estaba en su sitio, y Washington estaba preparado para bombardear la ciudad. Eso no tuvo que ocurrir. Los británicos decidieron evacuar y entregarle a Washington Boston sin disparar un solo tiro. George Washington ganó el primer round de la Revolución Americana. Necesitaría su suerte para aguantar los siguientes siete años mientras libraban una guerra por la independencia contra la mayor potencia militar del planeta.