El señor Antonio Marenghi, abogado y residente en Milán, en el número 4 de Via Arco, un individuo de lo más culto y educado, tiene una gata nacida en abril de 1873, que le fue regalada cuando era muy joven. Se llama Lala. Siempre guardada en la casa, ha mostrado en todo momento una gran reticencia a salir del apartamento, que está en el cuarto piso con una única entrada desde la escalera, y no tiene ninguna otra comunicación con otros lugares. La puerta del apartamento se mantiene siempre cerrada. Esta reticencia se convirtió en absoluta cuando, siendo aún muy joven, recibió una patada en la mandíbula por parte de un bruto que pasaba por el pasillo, tan fuerte que apenas se recuperó de ella.
Desde entonces nunca salió, ni de día ni de noche, y permaneció completamente aislada de otros gatos. Vivía allí en perfecta armonía con una perrita y con los pájaros, que en esa casa abundan. Siempre duerme con la señora de la casa. A diferencia de otros gatos, siempre ha mostrado una marcada afición por los perros. Parece que los gatos tienen sus divertidas aberraciones. Cuando un perro de cualquier tipo, entra en el apartamento ella le da inmediatamente una bienvenida con caricias. No se detiene en las caricias, me dicen que a veces lleva esta amabilidad a un extremo que excede el buen comportamiento, y corre a la cocina para buscar, y si es necesario robar, alguna golosina apetitosa, que pone a los pies de un invitado, asombrado por tal generosidad por parte de un enemigo acostumbrado.
Por lo tanto, era imposible conseguir que se aparee con un gato, y cuando estaba en celo tenía que ser contenida por la medicación. Por esta razón, no había tenido descendencia antes del extraño suceso que aquí se relata, cuyos detalles son proporcionados por tres testigos, dignos de confianza tanto por su respetabilidad personal como por la coincidencia de sus testimonios. En el invierno de 1876 la gata estaba en celo, y en estas circunstancias sucedió que un amigo del propietario, el Sr. Orseniga Francesco, comerciante de seda (Via S. Paulo, 8), hizo una visita y trajo consigo un pequeño perro mestizo.
Entonces, ¡ocurrió una cosa inaudita! Con su vieja enemiga, Lala renunció a su justa castidad, por la que había sido conocida hasta ese día, una amazona intacta entre los felinos. El Sr. Marenghi, su esposa Fraquelli Caterina y el Sr. Orseniga se apresuraron a acudir al lugar de los hechos en respuesta a sus gritos y los dos animales fueron separados sólo con dificultad.
El informe más antiguo de tales híbridos que la búsqueda asidua ha revelado hasta ahora apareció en la publicación francesa Le Mercure Galant en 1698 (pp. 178-180). Según ese relato, una gata dio a luz a cuatro crías. Dos eran gatitos normales, pero los otros dos eran cachorros, salvo que tenían las orejas, la cola y las patas de una gata.
Lo más seguro es que la gata no saliera de casa, ni antes ni después del apareamiento, que a las 24 horas dejara de estar en celo, y que al cabo de unas nueve semanas diera a luz a dos crías.
Una de ellas era monstruosa y, por desgracia, fue arrojada a la calle. No hemos podido saber nada de él, salvo que tenía aspecto de perro, con el hocico desnudo, largas orejas, una piel de pelo blanco rizado y pequeñas manchas oscuras en la cabeza. Esta información, sin embargo, es vaga, y sólo recuerdan que les impresionó como un ser monstruoso.
El otro era un apuesto gatito macho, que ahora se ha convertido en un espléndido gato tom adulto, que no difiere en apariencia de los demás gatos, salvo por una ligera tendencia del pelo a rizarse y formar mechones afilados. Por lo demás, es blanco con rayas como su madre, pero las rayas son más finas y pálidas. Como ella, tiene una marca negra en el labio inferior, pero no tan oscura.
Su nombre es Zarin. Su madre lo amamantó y cuidó, y cuando llegó a la edad adulta, se convirtió en su pareja. En consecuencia, se quedó preñada dos veces, y la segunda vez dio a luz a cuatro gatitos.
Sin embargo, cabe destacar que cuando no estaba en celo, no disfrutaba de la compañía de su pareja, pero aun así se mostraba arrebatada si se le presentaba un perro. …
Este relato tiene una importancia irrefutable, por el número y la fiabilidad de los testigos, por la cantidad de información detallada y por la posibilidad de verificar todos los hechos ya que los animales y las personas nombradas están todos disponibles.