El agua de Fiji es una de las marcas más populares de agua embotellada en Estados Unidos – y también es una de las más caras. Entre las marcas importadas, es la más popular (vía Mother Jones). Sin embargo, el consumo de agua Fiji tiene un lado más oscuro. Durante el proceso de producción y distribución, Fiji Water deja una gran huella medioambiental negativa, así como consecuencias económicas negativas para el pueblo de Fiyi.

En 1995, Fiji Water construyó una instalación para extraer el agua de los manantiales subterráneos que funcionaba completamente con diésel. En 2008, el gobierno de Fiyi quiso aumentar los impuestos a Fiyi Water, que hasta ese momento había disfrutado de la exención fiscal, y en respuesta, Fiyi Water despidió a los trabajadores. En 2010, el gobierno de Fiyi intentó volver a subir los impuestos, y Fiyi cerró su planta durante un breve periodo de tiempo. Finalmente llegaron a un acuerdo, pero dejó una mala impresión. «Como siempre, Fiji Water ha adoptado tácticas que demuestran que a Fiji Water no le importan ni Fiji ni los fijianos», dijo Frank Bainimarama, el líder militar de Fiji.

Además de la relación poco positiva entre Fiji Water y la isla de Fiji, la empresa también ha cultivado una reputación de falta de seguimiento en el mejor de los casos (y de deshonestidad en el peor) en lo que respecta a su política medioambiental. En 2008, la empresa anunció que reduciría su huella de carbono mediante la reducción de las emisiones de carbono y la plantación de bosques naturales, aunque años después la empresa Fiji Water sólo ha plantado la mitad de los bosques prometidos (vía Vox).

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