La época navideña es una de las más felices de todo el año, llena de cálidos recuerdos de las fiestas pasadas y llena de la emoción de planear compartir otra Navidad con la familia y los amigos. Nuestros corazones se ablandan hacia los demás y parece más fácil perdonar un daño o una falta de amabilidad cuando recordamos esa tierna y eterna historia del nacimiento del Niño Jesús en un establo de Belén hace casi 2.000 años.

Ese mismo Jesús, cuyo cumpleaños celebramos en Navidad, es tu Amigo ahora y siempre, y es el mismo Jesús cuyo amor por ti nunca cambia. Él ama a todos los niños, y tiene necesidad de su esperanza, de su fe, de su alegría y de sus espíritus limpios y brillantes para ayudar a iluminar el camino de aquellos cuyas vidas han sido nubladas por la tristeza.

A veces es más fácil pensar en recibir regalos que en darlos. Por supuesto, el más dichoso y glorioso de todos los regalos fue la propia vida de Jesús, que entregó voluntariamente para que todas las personas de todo el mundo -pasadas, presentes y futuras- tuvieran la oportunidad de volver a vivir con nuestro Padre Celestial algún día.

Cuando la Navidad y el suspense de ese feliz día hayan terminado, y cuando los juguetes y los juegos hayan perdido su emoción, recuerda los regalos que seguirán dando felicidad a tus seres queridos: regalos que sólo tú puedes dar. Nuestro Padre Celestial dio el ejemplo de tales regalos, ya que Él «amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito. …

Uno de los mejores regalos que puedes hacer a tus padres es el de la obediencia. La felicidad que sienten tus padres cuando haces lo correcto y cuando obedeces sus amorosos consejos es un regalo tuyo incomparable.

Honrar a tus padres viviendo una buena vida y demostrándoles que los quieres y aprecias son regalos que duran para siempre. Para tu madre y tu padre terrenales y para tus Padres Celestiales, tú eres su tesoro más valioso. Su amor y preocupación por vosotros nunca termina.

Os damos a los niños y niñas de todo el mundo nuestra sincera bendición y un deseo navideño de que seáis felices al daros a los demás. Así llegaréis a saber que «es más dichoso dar que recibir»

Rezamos para que vuestra bondad brille durante todo el año. Esto sería realmente un regalo de amor a nuestro Padre Celestial y a su Hijo, Jesucristo.

Y ahora, ¡una feliz Navidad para todos!

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