Por los elevados estándares estadísticos de su temporada 1989-90, la actuación de 49 puntos de Michael Jordan contra los Orlando Magic aquel febrero es impresionante, pero no increíble. Se produjo en un partido con prórroga, para empezar, y también en una derrota, un revés de 135-129 en Orlando contra un equipo de los Magic que estaba luchando en su primera temporada en la NBA. En cuanto al total de puntos, fue una de las 22 veces que Jordan anotó 40 o más esa temporada; seis semanas más tarde, alcanzaría el récord de su carrera con 69 puntos contra los Cavs. Terminaría la temporada con una media de 33,6 puntos por partido, la mejor de la liga.
Dicho esto, el partido de Orlando es único en la extraordinaria carrera de Jordan, aunque se haya pasado por alto. Era el día de San Valentín de 1990 y los Bulls estaban terminando un feo viaje de seis partidos por carretera que ya incluía derrotas de dos dígitos en Houston, L.A. y Denver. El partido en Orlando era el segundo de un back-to-back. El equipo estaba cansado y frustrado. Sólo querían ganar a este equipo de expansión e irse a casa.
Y entonces alguien robó la camiseta de Michael Jordan.
Esa es la historia, al menos. Los detalles son turbios, y no está claro que nadie -aparte del autor- sepa exactamente lo que pasó, pero en algún momento, quizás durante el entrenamiento del día de juego de los Bulls, la camiseta de juego de Jordan desapareció. El personal del equipo se esforzó por encontrarla, sin suerte; finalmente, se llamó a la seguridad del estadio y se interrogó a los empleados que podrían haber tenido acceso a la ropa de los Bulls. No se encontró nada. Mientras tanto, el reloj avanzaba hacia el inicio del partido.
Según la historia, el encargado del equipamiento de Chicago encontró a un devoto de Jordan entre la multitud e intentó apropiarse de la camiseta del aficionado, pero no le cabía. Eso dejó sólo una opción: Una única camiseta de reserva empacada en el equipo de viaje de los Bulls. Coincidía con la equipación de viaje del equipo, el clásico rojo con ribetes blancos y negros en el cuello y los hombros que podría ser la camiseta más popular e icónica de la historia de la NBA. Sólo que a ésta le faltaba el 23 y la J-O-R-D-A-N sobre los hombros. No había nombre en esta camiseta. Y el número era un 12 decididamente poco icónico.
Mike no tenía muchas opciones.
Así que sí, Michael Jordan llevó el número 12. Sólo que una vez, sin su nombre en la espalda, y sin ninguna de las memorables fanfarrias de aquel 45 que se puso famosamente en el Madison Square Garden. Pero incluso sin su nombre, Jordan no fue anónimo esa noche. Anotó 49 en 43 tiros en 47 minutos, cogió 7 rebotes y dio un par de asistencias. Tal vez, irónicamente, el propio Jordan no hizo ningún robo esa noche, una categoría en la que lideró la Liga esa temporada; tampoco registró ninguna pérdida de balón.
No estaba contento después, lamentando una oportunidad perdida y un viaje de 1-5, y estaba claramente molesto -por decirlo suavemente- por el fiasco con su camiseta. Al fin y al cabo, se trataba de un tipo que llevaba su pantalón de prácticas de la universidad bajo el de juego durante toda su carrera en la NBA; ya sea por superstición o por compromiso con la rutina, a Jordan no le gustó nada que manipularan su equipo, y mucho menos que se lo robaran. No hace falta decir que sus compañeros de equipo se aseguraron de que nada de eso volviera a suceder.
Por supuesto, como jugador que utilizaba cualquier desprecio -real o percibido- como motivación, se imaginaba que Jordan convertiría este episodio en una victoria de una forma u otra. Después de ese olvidable viaje a O-Town, los Bulls encadenaron una racha de nueve victorias. Cuando volvieron a enfrentarse a los Magic unos meses más tarde, Jordan «sólo» anotó 38 -llevando su habitual 23, por supuesto- en una victoria de Chicago. ¿Y la camiseta sin nombre número 12? Nunca se le volvió a ver en la espalda.
Fotos: Mitchell & Ness, Getty Images