En 1977, cuando las naves Voyager despegaron hacia Júpiter y más allá en busca de posible vida extraterrestre, sus cápsulas llevaban fotos para mostrar lo que venerábamos aquí en la Tierra. Entre esas fotos: la Gran Muralla China, el Gran Cañón, Nubble Light. El faro y la casa del guardián están en el Registro Nacional de Lugares Históricos y están grabados en el sello de la ciudad de York, como si dijera: Nubble pertenece al país, pero aquí está su hogar.

Los guardianes del faro que vivieron aquí desde 1879 hasta que se fue el último guardacostas en el verano de 1987 sentían que ésta era su vocación. Cuidaban la lente de Fresnel de fabricación francesa como si fuera un niño, puliendo su luz hasta que brillaba como el oro. A veces el invierno hacía que la niebla cubriera el montículo durante semanas. Los guardianes sabían que la seguridad de los barcos dependía de que mantuvieran la luz roja de Nubble brillando a 15 millas del mar. Al amanecer, apagaban la luz, veían cómo el sol se deslizaba sobre el agua y comenzaban sus tareas.

La luz de Nubble está en su mejor momento en un día de cielo azul, cuando el aroma del océano hace que el mero hecho de respirar merezca la pena el viaje. Deténgase en el diminuto parque Sohier, en Nubble Road. A continuación, verá la reluciente torre blanca que alcanza los 41 pies de altura y, junto a ella, la casa del guardián con tejados rojos, unos cuantos cobertizos periféricos y una valla blanca, como si el faro se encontrara en una sombreada calle del barrio.

Los faros se han convertido en iconos de nuestros anhelos, hablándonos de vidas sobrias y románticas al mismo tiempo. Nos gustaría vivir allí; sabemos que no podemos. Así que llevamos la luz dentro, no importa dónde vivamos.

¿Es la Luz de Nubble tu faro favorito de Nueva Inglaterra?

Este post apareció originalmente en el número de septiembre/octubre de 2015 de Yankee Magazine.