Saladin

Saladin, el nombre occidental del gobernante Salah al-Din ibn Ayyub, fue el gran general musulmán que se enfrentó a los cruzados en Oriente Próximo. Nacido en el seno de una familia kurda activa en Siria, Saladino restableció un régimen suní en Egipto en 1171 al acabar con el último califa fatimí chií de ese país.

Saladino, ahora sultán de Egipto, regresó a Siria y pronto capturó Damasco, Alepo y Mosul a otros príncipes musulmanes. Desde esta fuerte base siria, se volvió contra los cruzados, derrotándolos decisivamente en la batalla de Hattin el 4 de julio de 1187. A la victoria en Hattin siguió la fácil reconquista de varias tierras y ciudades de los cruzados, sobre todo la ciudad santa de Jerusalén, que había estado en manos cristianas durante 88 años. Saladino esperó a tomar posesión de la ciudad hasta el 2 de octubre, porque la fecha se correspondía con el aniversario de la milagrosa ascensión del Profeta al cielo, según el calendario musulmán. En contraste con el baño de sangre de los cruzados cuando tomaron Jerusalén, Saladino actuó con gran magnanimidad con los residentes cristianos y judíos. Obligó a los francos a retirarse a la costa de Siria y Palestina. En 1192 firmó una tregua con Ricardo Corazón de León. Murió al año siguiente, pero sus descendientes en la dinastía ayubí siguieron gobernando en Egipto y Siria durante varias generaciones. Considerado el príncipe modelo tanto por los admiradores musulmanes como por los enemigos cristianos, Saladino ha sido recordado en la historia y la leyenda hasta nuestros días.

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