Permítame hacer una analogía. Imagine que asiste a la boda de un amigo. Ocupa su lugar en el banco, y a su lado se sienta un hombre que ha viajado desde muy lejos especialmente para la ocasión. No habla inglés y nunca ha estado en el país, pero debido a su larga amistad con el novio ha venido a unirse a la celebración.
La ceremonia transcurre hasta ese momento final en el que el sacerdote dice en voz alta y con alegría: «Os declaro marido y mujer», y dirigiéndose al novio exclama: «Ya puedes besar a la novia». El edificio se llena de suspiros de felicidad, de vítores y de aplausos. La pareja de recién casados sale entonces, con el cortejo nupcial, y todos los demás les siguen.
¿Qué ha visto el hombre de lejos? Ha visto la ceremonia, ha escuchado y observado el intercambio de votos y anillos. Luego, el sacerdote pronunciando sus últimas palabras, la pareja besándose y todos marchándose. El hombre capta el significado general de la ocasión -está en una boda, eso lo sabe, y ha estado en bodas en su propio país-, pero como no habla inglés, nunca ha estado en Inglaterra y no ha visto una ceremonia de boda inglesa hasta ahora, no puede entender cada momento particular ni apreciar cada detalle peculiar.
Parece justo decir, en este escenario hipotético, que el hombre que viene de lejos no podía saber lo importante que era ese beso que compartían los novios; cómo simbolizaba el sellado de los votos matrimoniales, marcando el crescendo de toda la ceremonia. Para él, razonando a partir de la observación, el beso era simplemente lo último que se «hacía» antes de que la ceremonia llegara a su fin y todos se marcharan.
La ignorancia del hombre sobre el significado del beso es como nuestra ignorancia sobre el significado del amén. Muchos de nosotros entendemos que amén sólo significa «la oración ha terminado», como si fuera una palabra que añadimos a nuestras oraciones como una especie de puntuación litúrgica. Pero, al igual que el beso no sirve para marcar el final de la ceremonia, tampoco el amén sirve para marcar el final de nuestras oraciones. La palabra amén aparece al final, al igual que el beso, pero esto no es lo que significa el amén.