Un atleta de pista y campo a través de 16 años de edad se presentó con dolor en la parte superior del muslo posterior derecho. Había sufrido una lesión dos semanas antes mientras corría durante una prueba de atletismo, sintiendo un dolor agudo debajo de la nalga derecha, que le hizo desplomarse al suelo de dolor.
El paciente se hizo radiografías en una consulta externa, que mostraron que había sufrido una fractura por avulsión de la tuberosidad isquiática pélvica. Fue remitido al Boston Children’s, donde le atendió el médico de medicina deportiva de atención primaria Michael O’Brien, MD. Debido al grado de desplazamiento de esta fractura, se discutió el tratamiento quirúrgico como una opción potencial, y el paciente fue remitido a Benton Heyworth, MD, un cirujano ortopédico pediátrico del Centro de Ortopedia y Medicina Deportiva de Boston Children’s.
En la mayoría de las fracturas de la tuberosidad isquiática pélvica, el fragmento de hueso se desplaza de la pelvis menos de 1 o 2 cm. Pero en el caso de esta paciente, el hueso estaba desplazado 4 cm. Al ser el desplazamiento tan grave, había motivos para preocuparse por el resultado funcional tras el tratamiento no quirúrgico. Este tipo de lesiones que no cicatrizan tras el tratamiento no quirúrgico pueden dar lugar a una no-unión o generar heterotopos
El tratamiento quirúrgico de estas fracturas puede ser algo invasivo, en comparación con otras fracturas en deportistas adolescentes. La cirugía es un procedimiento comprometido y complejo que requiere una incisión inicial superior a 8 cm. Además, la zona de la fractura se encuentra en la parte posterior del muslo y en la región de la pelvis, lo que requiere la elevación del músculo glúteo y una cuidadosa disección interoperatoria y la protección del nervio ciático. El hardware utilizado en este procedimiento -generalmente dos o tres tornillos- puede ser una fuente de molestias para el paciente, y puede requerir una cirugía secundaria para retirar los tornillos.
Los riesgos y beneficios relativos del tratamiento quirúrgico frente al no quirúrgico se discutieron con el paciente y su familia. Como atleta de pista de élite con aspiraciones de atleta universitario, el paciente estaba preocupado por cualquier compromiso de su nivel más alto de función. Al final de este proceso de toma de decisiones compartida, el paciente decidió proceder a la cirugía.
En el transcurso de la operación, se utilizaron dos tornillos para volver a unir el fragmento de hueso a la pelvis. Después de la curación completa, el paciente no ha experimentado ninguna molestia por el hardware, y una cirugía secundaria no ha sido necesaria hasta la fecha. A los 4-5 meses de la cirugía, el paciente volvió a correr de forma competitiva y no tiene dolor, molestias o percepción de debilidad durante la competición.