Pero Hearst acabó fracasando como empresario y como líder. Rara vez había sido un innovador en el mundo editorial, y otros le ganaron en su propio juego con más imágenes, una escritura más animada y una política más atractiva. Perdió el contacto con sus lectores, denunciando el New Deal y montando ataques quijotescos contra los comunistas. En la década de 1920 se había expandido en exceso y había gastado imprudentemente en arte e inmuebles. En 1937 había perdido el control de sus bienes. Vendió parte de su colección de arte y detuvo la construcción de su legendaria finca de San Simeón, en California. De los 42 periódicos que había comprado o fundado, sólo quedaban 17 en 1940.
Al final de su vida, Hearst seguía dirigiendo el mayor conglomerado de noticias de Estados Unidos, pero esto era una medida de su capital, no de su perspicacia empresarial ni de la calidad de su periodismo. La película de 1941 «Ciudadano Kane» sugiere que Hearst era víctima de un trauma psicológico, que había sufrido por sus abusos de poder y que había sobrevivido a su tiempo. El registro histórico sólo apoya la última observación.