Rodrigo de Vivar (1043?-1099)
Rodrigo o Ruy Díaz de Vivar, más conocido como el Cid o el Campeador, es el héroe del poema épico castellano, Poema (o Cantar) de mío Cid.

El Poema no es un documento histórico sino una obra literaria inspirada en la vida de Rodrigo durante su segundo exilio y su relación con su rey, Alfonso VI. Históricamente, la vida de Rodrigo difiere en muchos aspectos de la representada en el Poema.

Contexto histórico.
Un poco de contexto histórico podría ayudarnos a entender la selva política de la España del siglo XI, en la que vivió el Cid. En un sentido amplio, la Península Española estaba dividida en dos grupos generales identificados por la religión: La España cristiana y al-Andalus (la España musulmana).

Ambos grupos se subdividían a su vez. La España cristiana estaba formada por los reinos de León-Castilla, Aragón, Navarra y el Condado de Barcelona.

Al-Andalus estaba compuesto por varios pequeños reinos (taifas), tras la ruptura del Califato de Córdoba en 1031. Las principales taifas que limitaban con los reinos cristianos eran Toledo, Zaragoza y Badajoz. Valencia, que ocupa un lugar destacado en la vida del Cid y en el Poema, no estaba tan alejada del Condado de Barcelona.

En 1085 la ciudad de Toledo cayó en manos de Alfonso VI de León-Castilla. Fue una conquista importante por dos razones. 1. Estratégicamente fue un golpe para la España musulmana ya que el centro de la península pasaba a manos cristianas. 2. Psicológicamente supuso un gran impulso para la España cristiana ya que Toledo era la antigua capital y hogar espiritual de la España visigoda, cuyo restablecimiento había sido durante mucho tiempo el objetivo expreso de los monarcas leoneses.

El resultado fue que otros gobernantes de taifas, temiendo el talante expansionista de Alfonso, pidieron ayuda a sus compañeros musulmanes del norte de África. Estos fueron los almorávides, bereberes integristas que, bajo el liderazgo de Yusuf ibn Tashufin, derrotaron a un ejército del rey Alfonso cerca de Badajoz en 1086. Tras un breve paréntesis, los almorávides se dedicaron a reunificar lo que quedaba de al-Andalus bajo su dominio, objetivo que lograron en 20 años.(Sin embargo, es significativo que no pudieran retomar Toledo.)

Hay que tener en cuenta algunos puntos importantes aquí.
1. Todas las fronteras eran muy inestables, no sólo entre la España cristiana y al-Andalus, sino también entre los propios reinos cristianos y de taifas.
2. Los reinos cristianos eran más fuertes que los de taifas, y podían extraer regularmente parias (tributos) de los gobernantes de taifas a cambio de protección.
3. Los reinos cristianos y musulmanes luchaban con frecuencia entre sí.
4. En sus luchas por mantener o ampliar su poder, los gobernantes cristianos alistaban soldados musulmanes contra sus compañeros cristianos, y viceversa, los gobernantes musulmanes buscaban la ayuda de los cristianos contra sus compañeros musulmanes.
5. Los soldados mercenarios eran habituales; el propio Cid es un ejemplo.

En la época en que nació Rodrigo, el reino cristiano más poderoso era el de León-Castilla, unido bajo Fernando I (gobernó entre 1035 y 65). Fernando había dispuesto que su reino se dividiera entre sus tres hijos a su muerte. Los acontecimientos que siguieron se pueden resumir de forma sencilla: inestabilidad y caos mientras los hermanos luchaban por el dominio.

El mayor, Sancho (que había heredado Castilla), se impuso, conquistando Galicia al menor (García) y obligando a Alfonso, que había recibido León, a exiliarse… ¡en la Toledo árabe! (García se fue a Sevilla). Pero el destino no fue generoso con Sancho. En 1072 fue asesinado mientras asediaba la ciudad de Zamora. Como no tenía hijos, fue sustituido por el exiliado Alfonso, cuyo reinado como rey conjunto de León y Castilla (1065-1109) sería decisivo para la reconquista de la península.
Rodrigo de Vivar (1043?-99): su vida.
Nacido en la baja nobleza de la villa castellana de Vivar (al norte de Burgos) hacia 1043, Rodrigo entró en la corte de Fernando I en algún momento de su juventud como miembro de la casa de Sancho.

Se distinguió por primera vez en la batalla de Graus, en 1063. Sin ser una batalla especialmente importante en sí misma, ejemplifica sin embargo las complejidades políticas de la época. El rey Ramiro I de Aragón había atacado al reino musulmán (es decir, taifa) de Zaragoza. ¡Fernando I de León-Castilla envió a Sancho a ayudar al rey de Zaragoza, al-Muqtadir, a recuperar Graus!

¿Por qué? Muy sencillo, porque Fernando temía la expansión de Aragón. Sancho tuvo éxito y Ramiro murió en la batalla. Se da la circunstancia de que Ramiro era tío de Sancho; ¡tanto que la sangre es más espesa que el agua! Un historiador describe la situación de forma sucinta: un príncipe castellano derrota y mata a su tío aragonés para preservar la integridad territorial de un aliado musulmán (Fletcher 113).

Cuando Fernando murió, Rodrigo siguió siendo una figura leal e importante en la corte de Sancho en Castilla. Fue elevado a comandante de las tropas reales con sólo 22 años, un reconocimiento seguro de su destreza militar y su capacidad organizativa.

En las posteriores luchas de poder entre Sancho y Alfonso, Rodrigo fue fundamental para ayudar a Sancho a derrotar a su hermano. Tras el asesinato de Sancho en Zamora en 1072, Rodrigo pasó al servicio de Alfonso a la vuelta de éste del exilio. Aunque no gozaba de la misma categoría que con Sancho, a Rodrigo se le encomendaron diversas tareas para Alfonso, que parece haber cumplido con diligencia.

En 1074 o 1075, Rodrigo se casó con una joven noble leonesa, Jimena Díaz. Poco se sabe de la familia de Jimena, pero se cree que era sobrina o prima lejana del propio rey.

El matrimonio tuvo un hijo y dos hijas. El hijo, Diego, murió en Consuegra en 1097, luchando contra los almorávides. La hija mayor, Cristina, se casó con el príncipe de Navarra, y la menor, María, se casó con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona.

En 1079 Rodrigo estuvo en Sevilla encargado de cobrar la paria que aquel reino de taifas debía a Alfonso. Aquí se enredó en la política local. Otra misión había sido enviada por Alfonso a la vecina taifa de Granada con el mismo fin de cobrar la paria. Mientras las dos misiones se encontraban en las respectivas capitales de taifa, los dos líderes musulmanes aprovecharon a sus visitantes cristianos para ajustar cuentas entre ellos.

En consecuencia, el Cid se vio enfrentado a compañeros cristianos de la corte de Alfonso VI, siendo el más notable el conde García Ordóñez. Los acontecimientos que siguieron fueron embarazosos para el Conde. Las fuerzas granadinas fueron derrotadas y el Conde se encontró prisionero del Cid durante tres días y luego despojado de sus armas antes de ser liberado.

Se da la circunstancia de que el conde García Ordóñez era uno de los consejeros más cercanos a Alfonso, y había acompañado al rey durante su exilio en Toledo. Con un enemigo tan poderoso en la corte, la posición del Cid era precaria y pronto circularon rumores de que el Cid se había quedado con parte de la paria de Sevilla.

El exilio.
Aún así, no fue hasta 1081 cuando el Cid cayó en desgracia con el rey, cuando realizó una incursión no autorizada en la taifa de Toledo, entonces bajo la protección de Alfonso. La acción audaz y arbitraria del Cid facilitó el destierro del rey y, sin duda, complació a sus enemigos en la corte. El Cid pasó los siguientes cinco años como mercenario, luchando contra los enemigos cristianos y moros de su nuevo amo, al-Muqtadir, el rey musulmán de Zaragoza (el mismo gobernante al que había ayudado a defender en la batalla de Graus), y sus sucesores.

Durante un breve periodo (1086-89), el Cid volvió a estar al servicio de Alfonso, pero una vez más fue desterrado, esta vez por no haber acudido ostensiblemente en ayuda de Alfonso contra los almorávides en Aledo, al suroeste de Murcia. Alfonso reaccionó airadamente, confiscando los bienes de Rodrigo y encarcelando brevemente a su familia.

Esta vez, el Cid actuó por su cuenta, reuniendo a su alrededor su propio ejército, saqueando las tierras a lo largo del Mediterráneo y luchando contra los cristianos (en particular, el conde de Barcelona, Berenguer Ramón II) y los moros por igual.

En 1089, Rodrigo era lo suficientemente poderoso como para convertir al gobernante moro de Valencia, al-Qadir, en su tributario, sustituyendo de hecho a Alfonso como protector de al-Qadir. Alfonso respondió en 1092 preparando un asedio contra Valencia. Sin embargo, se vio obligado a levantar el asedio cuando le llegaron noticias de que el Cid había saqueado una zona de su reino en el alto valle del Ebro.

Más concretamente, se trataba del condado que pertenecía a García Ordóñez, el mismo García al que el Cid había humillado en 1079, y que era, como indica el Poema (verso 2998), un acérrimo enemigo del Cid. García Ordóñez quedó impotente, y Alfonso, sin duda, incómodo ante el poder que Rodrigo había amasado.

Mientras tanto, los almorávides avanzaban sin cesar hacia el norte y Rodrigo decidió capturar directamente Valencia. Tras un asedio de casi un año, entró en la ciudad en junio de 1094. A estas alturas el Cid era uno de los hombres más poderosos de la España cristiana, y la conquista de Valencia confirmó su estatus.

Pero la pérdida de Valencia fue muy sentida en al-Andalus y a finales de 1094 se envió una gran fuerza almorávide para recuperar la ciudad. En lugar de esperar un asedio, el Cid tomó la inusual medida de salir contra los almorávides que se acercaban.

Dividiendo sus fuerzas en dos partes, cada una de las cuales salía de la ciudad por puertas diferentes, consiguió derrotar a los almorávides en Cuart de Poblet, justo al noroeste de la ciudad. Fue una victoria que resonó por doquier, alabada por los cristianos y lamentada por los musulmanes.

Poco sabemos de la relación entre Rodrigo y Alfonso tras la toma de Valencia. El hecho de que el hijo de Rodrigo, Diego, muriera luchando a las órdenes de Alfonso en 1097 sugiere que probablemente llegaron a un acuerdo. No obstante, Alfonso siempre debió recelar de una figura tan poderosa, que aunque seguía siendo nominalmente su vasallo, era de hecho gobernante de su propio feudo (que defendió con éxito contra los almorávides en varias ocasiones).

Rodrigo murió en la cama, en octubre de 1099, habiendo demostrado a otros cristianos que los almorávides no eran invencibles. Sin duda, muchos tomaron nota, también, de que un noble inferior de origen modesto había conseguido, por su propio esfuerzo, convertirse en un hombre de considerable importancia, hasta el punto de poder casar a sus hijas con familias reales.

La presión almorávide sobre Valencia continuó tras la muerte de Rodrigo. Su viuda, Jimena, defendió la ciudad hasta 1102, cuando finalmente obedeció la orden de Alfonso de abandonarla al enemigo.

Valencia permaneció en manos musulmanas hasta 1238.

Alfonso había considerado defender la ciudad, pero Valencia estaba lejos y necesitaba sus tropas para defender sus territorios del interior. Jimena se llevó los restos de Rodrigo y los enterró en el monasterio de San Pedro de Cardeña, al sur de Burgos. Tras su muerte, fue enterrada junto a él. Sus restos fueron trasladados posteriormente a Burgos y enterrados en el crucero de la catedral.

Fuentes.
Blackburn, Paul transl. Poem of the Cid Norman: Oklahoma 1966 (1998)
Dodds, Jerrylin; Menocal, Maria R; Balbale, Abigail K The Arts of Intimacy: Christians, Jews, and Muslims in the making of Castilian Culture New Haven 2008
Fletcher, Richard The Quest for El Cid London 1989
Hamilton, Rita & Perry, Janet The Poem of the Cid Manchester 1975; Penguin 1984 Prose translation, with very useful introduction.
Lowney, Chris A Vanished World: Muslims, Christians, and Jews in Medieval Spain Oxford 2006
Smith, Colin Poema de Mío Cid Madrid 1996
Watt, Montgomery y Cachia, Pierre A History of Islamic Spain Edinburgh 1965
Una página web muy útil -tanto en español como en inglés- sobre asuntos relacionados con el Cid puede encontrarse en: www.caminodelcid.org
Mapa: http://commons.wikimedia.org/wiki/Maps_of_Spain

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *